“El proceso neurótico es un problema del yo. Es un proceso de abandonar el verdadero yo por uno idealizado; de tratar de realizar ese yo falso en lugar del potencial humano que nos es dado.” Karen Horney
En terapia Gestalt no hablamos de enfermos sino de neuróticos. No diferenciamos personas sanas de personas enfermas. Todos somos sanos y a la vez a veces somos neuróticos, con la capacidad de sanar nuestros comportamientos neuróticos. El primer paso es tener la actitud de autoobservación para detectar nuestras neurosis, una vez detectadas las tenemos que aceptar, con una mirada amorosa hacia nosotros mismos, y luego ocuparnos de ellas con el acompañamiento de un terapeuta.
¿Qué es la neurosis según la Gestalt?
La neurosis es una defensa que adoptamos para evitar el malestar que nos provocan situaciones que han significado una falta de satisfacción de nuestra necesidad. Para detectar cuáles son las nuestras tenemos que fijarnos especialmente, aunque no exclusivamente, en nuestra infancia.
Cuando actuamos de forma neurótica no somos capaces de relacionarnos equilibradamente con nuestro entorno. No sólo en lo que se refiere a lo que necesitamos de él sino también en lo que nosotros aportamos al entorno.
La neurosis es un estado de miedo y frustración crónicos que hace que no nos podamos comprometer o interactuar sanamente con el entorno y con nosotros mismos. Pero nuestras necesidades frustradas luchan por ser satisfechas y desde nuestro estado neurótico no somos capaces de contactar con una forma sana de atender estas necesidades, de modo que generamos fantasías y actos impulsivos poco o nada eficaces que alimentan más nuestra frustración.
La perturbación del ciclo contacto-retirada
Nuestra vida es una constante sucesión de necesidades que se nos despiertan que requieren ser atendidas y saciadas. Desde necesidades básicas como saciar la sed y el hambre, por poner algunos ejemplos de necesidades ligadas a la supervivencia, como necesidades afectivas de amor, cariño, apoyo, comprensión; necesidades vinculadas a nuestra relación con lo demás, a nuestra necesidad de sentirnos aceptados, vistos y queridos.
Cuando una o varias necesidades no se pueden saciar o no se pueden saciar de la forma que sería sana para el individuo, puede dar lugar a la neurosis, es decir, algún asunto inconcluso emocionalmente importante o una sucesión de asuntos inconclusos hacen que uno no pueda desarrollarse de forma satisfactoria en varios aspectos de su vida, generando así un malestar que le lleva a una existencia insatisfactoria.
Una experiencia sana es aquella en la que entramos en contacto con nuestra necesidad, la satisfacemos y nos retiramos, de forma que estamos disponibles para atender a la siguiente necesidad.
Cuando somos neuróticos ¿sabemos lo que queremos?
Pues no, o no del todo.
En terapia Gestalt hablamos del concepto figura y fondo aplicado a la gestión de nuestras necesidades. Una figura es una necesidad que surge de nuestro fondo y si no la sabemos identificar o saciar correctamente, será una fuente de malestar. Si imaginamos nuestro fondo (sano) como un mar en calma, cada figura que no se completa y no vuelve a este fondo será como una ola que perturba la calma de ese mar plano que es nuestro bienestar.
En la neurosis la formación figura/fondo está perturbada, de modo que si la figura no vuelve al fondo con la información necesaria para cambiar el fondo de forma sana, nos encontramos con lo que llamamos una Gestalt inconclusa.
En la persona sana la formación figura/fondo fluye permanentemente, en cambio, la confusión, el aburrimiento, la compulsión, la fijación, la ansiedad, la paralización, indican perturbaciones en la formación figura/fondo.
Las capas de la neurosis
El proceso de autoconocimiento que se logra con el trabajo terapéutico incluye varias capas o fases.
Clichés
La primera capa es la de los clichés y estereotipos desde donde nos relacionamos. Ahí no estás realmente, ser superficial en el fondo es no ser, una relación interpersonal banal no es realmente una relación, estar así es realmente un no estar.
Roles
La segunda capa es aquella en la que adoptamos roles y juegos psicológicos ante los demás y ante nosotros mismos. ¿Cómo te relacionas con los demás? ¿Eres el amigo fiel, el que se preocupa por los demás? ¿Eres el líder? ¿Eres el rebelde?, etc… ¿Cuál es tu rol?
Ahí empieza el proceso, cuando te paras a identificar y cuestionar tu rol en tu vida, contigo y con los demás es cuando viene el vacío, ¿Quién soy realmente? ¿Cómo soy realmente? ¿Por qué actúo de una determinada manera? ¿Para qué lo hago? Bienvenido a la tercera capa, el impasse.
Impasse
Tu crecimiento personal y el éxito de tu proceso terapéutico pasa por encarar esta fase, es eso que yo siempre defino como el desmontarte para volver a montarte sólo con las piezas que realmente quieres para ti, las que encajan sin forzar, las que son auténticas, fieles a tu esencia. El terapeuta es quien te va a ayudar a que lo puedas hacer. Tu proceso de crecimiento y autoconocimiento te llevará inevitablemente a darte cuenta que a veces solos no podemos, y esto, lejos de ser algo negativo, según lo veo yo, es precioso. Acompañarnos los unos a los otros en nuestro andar por la vida no tiene nada de negativo, es enriquecedor lo mires por donde lo mires.
En este dejarte acompañar por el terapeuta radica otro de los pilares fundamentales de la terapia Gestalt. Tu terapeuta no te dirá cómo eres realmente, no te dirá lo que tienes que hacer, lo que hará será ayudarte a que contactes con tu autoapoyo, con los recursos que tú mismo tienes. Nuestro estar en el mundo desde la neurosis nos desconecta de nosotros mismos, un rol no es autoapoyo, un rol nace de una estrategia condicionada por una manera de sobrevivir en una situación que sientes que puede contigo. El neurótico mantiene una lucha con el entorno y consigo mismo, se defiende, evita y se evita, manipula y se manipula. Un terapeuta presta su presencia, su observación, su experiencia para ayudarte a detectar cómo evitas, cómo no contactas, para que tú mismo te encuentres y te descubras.
Es en esta fase, la del impasse, cuando te das cuenta que la manipulación del entorno ya no te funciona y todavía no has desarrollado o contactado del todo con tu autoapoyo.
Caso real
Comparto parte de un caso real que justo he leído hoy que me sirve como ejemplo de impasse:
“Acaba de derrumbarse la única estrategia que conocía. El comprender a los demás, el servir de apoyo a otros, de comodín incondicional para quien quiera echar mano de mí. Se derrumba al ver que se van mis hijos, que mi última pareja ha rechazado entrar en el juego, que yo misma tampoco quiero seguir ahí. [...] Y me siento una estafa, una mentirosa, un fraude. [...] desesperación por no tener a quién dedicarme y por descubrir encima que eso no era amor verdadero y limpio. [...] Ver que esa dedicación no era desinteresada. No veía otra forma de estar entre los demás.”
Implosión y explosión
El proceso sigue y llegas a la cuarta fase, la implosión, en la que contactas con el vacío del impasse, que actúa de puerta para la última capa, la quinta, que es la explosión, que es cuando contactas con lo auténtico que hay en ti, sin roles, sin juegos. Bienvenido a ti mismo/a. 🙂
Conclusiones neuróticas
Para conocer y entender nuestros comportamientos neuróticos será muy útil que nos fijemos en nuestra infancia. Sea lo que sea que nos haya ocurrido, lo que nos habrá hecho más daño habrá sido sentir una falta de afecto y de amor. Cualquier niño/a puede soportar vivencias traumáticas siempre que se sienta querido. Las propias neurosis de los padres son las responsables de que no hayan podido o sabido dar el afecto sano que su hijo/a necesitaba.
Al fijarnos en nuestra infancia, en nuestra relación con nuestros padres o quienes nos hayan criado, podremos ir identificando a qué conclusiones llegamos que determinaron nuestro estar en el mundo, nuestra forma de relacionarnos con el entorno.
A continuación pondré tan solo algunos ejemplos, y te invito a que pienses en ti, en tus mecanismos, en tus estrategias, en cómo aprendiste a relacionarte con el entorno para protegerte de qué y/o de quién.
Miedo y Angustia
Si el niño desarrolla un miedo hacia los progenitores o hacia alguno de ellos, se dirá: Debo reprimir mi hostilidad porque te tengo miedo.
Si su relación con los padres le ha generado un frágil vínculo con su amor hacia él, puede que lo que se diga sea: Debo reprimir mi hostilidad por miedo a perder tu amor.
Reprimir la hostilidad puede llevar al niño/a a adquirir un rol de niño/a bueno/a, decir sí a todo, buscando siempre la aprobación, etc…
Hay varias formas de protegernos de la angustia que nos causan ciertas situaciones:
El cariño: Si me quieres, no me harás mal.
La sumisión: Si cedo, no me harán mal.
El poderío: Si soy poderoso, nadie podrá dañarme.
El aislamiento: Si me aíslo, nada podrá dañarme.
Afecto
¿Cómo puede buscar el afecto de forma neurótica un niño/a? Puede usar el soborno: Te amo mucho, por lo tanto debes amarme y abandonarlo todo por mí.
Otra forma puede ser desde la pena: Debéis amarme, pues sufro y estoy indefenso.
O desde la deuda, me lo debes: He hecho algo por ti; ¿qué harás tú por mí?, o bien, Me has hecho daño, tienes pues la obligación de ayudarme, cuidarme y apoyarme.
¿Cómo lo hiciste tú?
Ahora que ya sabes que todos somos neuróticos a veces, y que cuando lo somos nos impedimos a nosotros mismos ser lo que queremos ser, actuar como realmente es auténtico en nosotros y, en definitiva, llevar una existencia que no se corresponde, o no del todo, con nuestra esencia, con nuestra espontaneidad sana y natural, ¿te animas a investigarte? ¿Qué emociones estuvieron más presentes o faltaron en tu infancia? ¿Qué relación tuviste con tus padres? ¿Qué características de tu personalidad consideras que pueden responder a ajustes que creaste en tu infancia y que quizá hoy ya no te sirven o te condicionan negativamente para tu bienestar? Éstas son tan solo algunas de las preguntas que te pueden aportar luz en tu camino de autoconocimiento y sanación emocional. ¿Te ayudo? 🙂